Matar a todos se enfoca en mostrar los remanentes de la Guerra Fría en Latinoamérica. Mediante un párrafo introductorio, se nos comunica que en el continente esta guerra fue “una guerra caliente y sangrienta.” De hecho, la cinta vincula Chile y otras partes del continente, en especial Uruguay y Argentina, al exponer uno de los elementos de la Operación Cóndor, descrita por el párrafo introductorio como “La faceta más oscura y siniestra de este período”. Puntualmente, nos presenta la historia de la abogada Julia Cabudare (la actriz uruguaya Roxana Blanco), quien decide hacerse cargo de las acusaciones de un hombre que dice que lo quieren matar. Este hombre resulta ser Eugenio Berríos, químico de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional de Chile), interpretado por Claudio Arredondo, quien, por los años en que está situada la película -1992- debía declarar en un juicio por el asesinato en Washington del ex Ministro de Defensa chileno Orlando Letelier.

El párrafo introductorio resume: “1 especializó a grupos represivos muy eficientes, llegando incluso a desarrollar armas químicas y biológicas para eliminar opositores. ‘Los químicos de la muerte’ eran protegidos por el alto mando de los gobiernos militares, pero cuando las democracias se reinstalaban en América Latina y el Muro de Berlín caía, la red que antes protegió a estos agentes, debía ahora asegurar su silencio...”. Desde este punto de partida, Cabudare se ve obligada a volver sobre su propio pasado, su relación con su padre, marido y ex pareja, así como su experiencia durante la dictadura Uruguaya, para develar las traiciones de las dictaduras latinoamericanas durante los gobiernos democráticos.

Para hacer el vínculo entre la realidad – Guerra Fría, Operación Cóndor y Berrios – y la ficción – Julia, su pasado y las acciones que puede realizar en su presente – Matar a todos utiliza fuentes de comunicación. Por un lado está el periódico. Mientras Julia hablaba con su madre sobre el cumpleaños de su padre, ve un artículo en un diario con una fotografía de Pinochet, bajo el título “El comandante del Ejército chileno descansa en Punta del Este”. Con la noticia se sitúa la ficción narrada como una basada en hechos reales. Además, se crea una atmósfera para la película donde el inserto de prensa hace de Pinochet un símbolo de muerte y engaño que presagia una trama de tortura y trauma en el pasado de Julia, donde su padre, como la figura de poder omnipresente, tuvo un papel importante.

También se incluyen imágenes informativas que si bien son un vínculo menos directo al pasado y la política, contextualizan al público a través de imágenes de archivo. En primera instancia el periodista chileno Jiménez (interpretado por Patricio Contreras) le entrega a Julia un documental de su autoría sobre Berrios, la DINA y el gas sarín. A través de este, tanto Julia como el público se enteran sobre estos hechos. Se vincula además la historia chilena y continental con el Holocausto al homologar las prácticas de uso de gas sarín. Si bien este no es un documental real, algunas de las imágenes utilizadas sí son de archivo, mientras que otras son recreadas. Al editarlas dentro del guion, Matar a todos crea un documental ficticio que habla sobre la realidad histórica a través de las imágenes. De hecho, Julia ve este documental –entregado por medio de un VHS- en la televisión de su casa. Cuando llega su hijo, ella pausa la cinta y le explica que hay imágenes en este que son feas y le darán pesadillas. Sin embargo, este pasado no puede quedarse pausado. Sin que ningún personaje presione un botón, la cinta continua, y se puede escuchar al narrador diciendo que opositores al régimen de gran importancia política – como el ex presidente Frei Montalva- fueron asesinados con gas sarín.

En segundo lugar, Jiménez le explica a Julia por qué la ayuda mostrándole imágenes en 16 mm de su hermana (una niña en las imágenes), quien desapareció bajo el régimen de Pinochet. A lo que agrega que no hace esto solo por estar en paz con su pasado sino porque busca un mejor presente. Por lo tanto el falso documental dentro de la ficción y las falsas imágenes de archivo cobran veracidad dentro de la cinta e invitan a re-evaluar las democracias recobradas.

De esta manera, la cinta se desarrolla en dos líneas paralelas, pero relacionadas. Por un lado la vida privada de Julia donde su padre, un ex militar, su ex pareja, un ex militante, y su marido la llevan de a revivir emociones silenciadas, a expresar odios y también a atreverse a redescubrirse. Por el otro, la vida pública, en donde la necesidad de fortalecer la justicia la lleva a enfrentar los horrores del pasado, poniendo incluso su vida en peligro. Así, lo privado y lo público se enfrentan cuando el pasado chileno –ese de Pinochet, la DINA y el gas sarín- ebulle en la realidad de Uruguay y Argentina de los noventas.

De esta manera, Matar a todos crea un thriller policial basado en hechos reales, pero además invita al público a cuestionarse la distinción entre historia oficial, ficción y hechos históricos. Por ejemplo, es un hecho histórico real que Berríos sí escapó a Uruguay y luego desapareció. Se cree que fue asesinado allá, pero esto no ha sido oficialmente confirmado. O el uso de gas sarín aún no es algo que forme parte de la historia oficial. De manera similar, la información dada por el documental dentro de la película tampoco es oficial. La cinta invita así a evaluar el estado de nuestras democracias, explícitamente en 1992, pero por ende también evaluar el estado de la historia memoria y justicia en la fecha de producción a fines de la década de los 2000. Evalúa también, la falta de información entregadas por las historias oficiales de las dictaduras. Por lo tanto, a pesar que hay cosas que aún no se oficializan, como el uso de gas sarín y la muerte de Berríos, entre otros, tampoco se pueden seguir callando el pasado silenciado. Así, una vez más el cine se vuelve un aliado en descubrir los silencios en la historia.



Notas

1

La Operación Cóndor