Una vez terminado el período de dictadura, el cine chileno aumenta su producción cinematográfica gradualmente; el cine de la transición a la democracia, cuyo final no está del todo definido, se diluye ya entrada la década del 2000. Con el cambio de siglo, la actividad política chilena se enfoca hacia un crecimiento económico bajo la idea de ser un país próspero en vías de desarrollo. Así mismo, aún está latente el estado post-traumático que dejó la dictadura. Para una gran parte de los chilenos la transición a la democracia aún no ha terminado y ese dolor sigue presente. Estévez (2010) señala que estas circunstancias han desplazado los temas que incumben al sujeto y a sus espacios de intimidad, acción que se ve reflejada en cierta medida en el cine nacional, transformando a estos temas en el centro de una nueva exposición de la realidad en la pantalla.

El Novísimo Cine Chileno surge de una generación de cineastas que presentan un quiebre frente a la generación anterior, sentando las bases para la producción cinematográfica que le prosigue. Estas películas se desarrollan en torno a un viaje hacia la vida interior de los personajes: mundos subjetivos, melancólicos y particulares. La relación del cine con la política, cambia visiblemente en estas historias. Lo político en cuanto a la representación de lo marginal, del pueblo y de sus lugares públicos, criminalidad, dictadura, archivo, olvido y memoria, se trasladan a lo a-político.

Frente al retroceso de estos tópicos, la política se manifiesta desde temas que no solían ser comunes de abordar como centrales en el cine chileno que les precede. Por un lado, la política se manifiesta desde su ausencia explícita, y por el otro lado, puede ser vista como el reflejo de un sentir particular de un grupo social, que deambula y se desvincula de su contexto para centrarse en su subjetividad. ¿Es este un nuevo discurso político de la imagen o es una emergencia de un cine autoral que busca huir de aquellos temas? De ahí también surge el debate de si el Novísimo Cine Chileno es un triunfo de la subjetividad e intimidad autoral, versus ser un cine que invisibiliza problemáticas sociales y su representación.

Otro antecedente para el Novísimo Cine Chileno, como hemos mencionado, es que en este periodo aumentan exponencialmente la producción de películas por factores tecnológicos y sociales. La industria cinematográfica chilena comienza a consolidarse, por un lado por el aumento de carreras universitarias y técnicas para formar nuevos profesionales en el rubro y, por otro lado, crece el apoyo gubernamental en cuanto a financiamiento para nuevas producciones. Esto conlleva a iniciar una carrera de internacionalización en festivales de cine, por lo que las películas también se gestan bajo esa conciencia. Asimismo, ha influido la aparición de nuevas tecnologías y portabilidad de medios, que han permitido un mayor acceso a la producción cinematográfica.

Entre sus principales representantes, podemos mencionar a Sebastián Lelio, Alicia Scherson y Alberto Fuguet, de acuerdo a Cavallo y Maza en El Novísimo Cine Chileno (2010), señalando que ellos marcaron una nueva línea de creación, teniendo como hito sus estrenos en el Festival Internacional de Cine de Valdivia el año 2005. En ese festival se exhibieron En la cama (Bize), La sagrada familia (Lelio), Play (Scherson) y Se arrienda (Fuguet) (Cavallo y Maza, 15).

Estos cineastas tienen en común los años de producción, formación universitaria en cine (algunos) y una nueva manera de retratar el presente que quiebra con lo que se había hecho hasta la fecha. Esta generación se educó con la obra de Littin, Chaskel, Guzmán y Ruiz, consolidándose con el apoyo de la critica e investigación cinematográfica que suelen agruparlos como una unidad.

Pablo Corro también se refiere a la disminución de los tópicos políticos en el cine chileno, relacionado con la proliferación del género cinematográfico, en su libro Retóricas del cine chileno: Ensayos con el realismo (2013). Frente al predominio de la comedia y el melodrama, se da importancia a la banalidad de la vida cotidiana y subjetividad de los personajes; pero ello no implica una total desconexión con el contexto social y político que rodea a esos filmes, sino que dichas temáticas se trasladan a las microhistorias y la capacidad del individuo como un actor social (Corro, 185).

En Un Cine Centrífugo: ficciones chilenas 2005-2010, Carolina Urrutia propone revisar el cine chileno desde el 2005 como un cine que “parece no creer en nada y que se entrega al despliegue de unas imágenes vaciadas de contenido, expresivamente ambiguas” (Urrutia, 2012). Este tipo de cine se relaciona con la imagen-tiempo planteada por Deleuze, planos autónomos y dispersos, vagabundeo, azar y situaciones de tránsito; cuyo centro de lo centrífugo, sería alejarse del cine clásico de Hollywood y la narración enfocada a un conflicto central, para instalar una nueva mirada sobre el presente (Urrutia, 2012).

Antonella Estévez (2010), partiendo de la base que todo cine es un ejercicio político, se refiere a la relación entre estos conceptos mediante la idea de una melancolía cinematográfica, como una consecuencia del contexto político que a estos cineastas les tocó vivir. Melancólico a partir de aspectos formales y de lenguaje cinematográfico, y no desde el argumento, mediante “cámaras en constante movimiento, una escala de planos más bien limitada y un uso del montaje que da espacio a otro tipo de tiempo cinematográfico” (Estévez, 2010).

Diversas historias engloban los temas anteriormente mencionados, que se levantan a partir de los mundos interiores de los protagonistas. También podemos destacar a los personajes del cine de Larraín en el contexto en la dictadura militar, con Tony Manero y Post-Mortem. Otras historias se desarrollan a partir de encuentros entre extraños como En la cama (Bize), Y las vacas vuelan (Lavanderos) o La vida me mata (Silva); vidas paralelas e historias corales, como en La buena vida (Lavanderos) y Verano (Torres Leiva), por mencionar algunas. El nivel de producción entre el 2005 y el 2015 es alto en comparación a otros periodos, por lo que la lista es bastante extensa.

Sin embargo, si bien hemos mencionado algunas significaciones del Novísimo Cine Chileno, cabe mencionar que se hace difícil encasillarlo en una categoría específica, dada la cantidad de películas, directores, estilos narrativos, temas e historias que aborda; decir que es un cine que converge en lo intimista y subjetivo, es solo la base desde donde se levanta la gran diversidad de esta generación y las particularidades de cada historia, que divergen en muchos puntos.

Bibliografía

Cavallo, A. y Maza, G. El Novísimo Cine Chileno. Santiago. Uqbar, 2010. Corro,Pablo Retóricas del cine chileno: Ensayos con el realismo. Santiago, Cuarto propio, 2013.Estévez, Antonella. Cine y Política en Chile. (2010)Salinas, C. y Stange, H. Títeres sin hilos en Aisthesis 57. Santiago, 2015.Urrutia, Carolina. Un Cine Centrífugo: ficciones chilenas 2005-2010. Santiago, Cuarto propio, 2013.