Mientras comienzan y terminan guerras en todos los puntos de la tierra, nosotros en América tenemos otra guerra peor, eterna y silenciosa: la de nuestra indiferencia contra el hombre común. Ella ha creado una raza diferente de seres humanos, con apariencia y textura física distinta; donde no es absurdo que se cuide más a los muertos que a los vivos y donde la forma y el color, la belleza y la fealdad de se unen para que el muera un poco cada día. Todo esto se llama tiempo de paz.
Así da inicio la película de Alvaro Covacevich, quien nos introduce a un modo de mirar la sociedad chilena desde el hombre común: Luis, “un hombre cualquiera”; enfrentándose al inevitable desgaste de su vida a través de un recorrido entre dos clases sociales, representadas a partir de los lugares que habitan y las interacciones entre ellos, evidenciando quienes son los que importan y quienes son abandonados.
Morir un poco presenta al espectador un retrato de la sociedad chilena a finales de los 60, oscilando entre la ficción y el registro documental, en el marco del llamado Nuevo Cine Chileno. El golpe militar exterminó las copias presentes en el país, siendo rescatada una copia del archivo del Festival de Cine de Leipzig en Alemania. De acuerdo al portal Cine Chile, la cinta tuvo bastante éxito en cartelera y recorrió varios festivales internacionales.
Como un cine ensayo en blanco y negro, el filme se articula en un montaje paralelo entre ricos y pobres, cámara en mano, paneos, zoom y seguimientos, recursos relacionados mayoritariamente con el lenguaje documental.
Este hombre cualquiera, nos guía a través de distintos espacios en su deambular, observando el entorno desde afuera, en un estado latente, haciendo un énfasis en el estilo de vida, pertenencias y apariencia física de cada una de estas clases sociales. Este deambular es una acción generalizada a ambas clases en sus lugares de esparcimiento, donde otros elementos y sus condiciones de vida son los que ocasionan la brecha entre ellos. Luis pareciese estar al medio de todo, un hombre que observa y no pertenece a nada.
No hay diálogos, solo música. El director se expresa exclusivamente mediante la imagen y el lenguaje cinematográfico. A manera de contexto, se muestran textos integrados en diferentes lugares. Por ejemplo, al inicio nuestro hombre común observa una vitrina de una agencia de viajes: “Viaje a oriente”, “viaje y sea feliz.” Promesa de felicidad y bienes de consumo protegidos detrás de un vidrio que los mantiene fuera de su alcance. La ciudad se muestra llena de vida, ajetreo y consumismo. Se detiene en una vitrina de libros que muestra títulos relacionados con la productividad del pueblo, para después pasar a mostrarnos un sector industrial con trabajadores saliendo de una fabrica, lentamente y en masa, recordando al neorrealismo italiano.
Luis lee un titular de un diario: “Pobladores de cerro negro amenazan profanar un cementerio para irse a vivir a los mausoleos.” El hombre común sube a un cerro y recorre una población, llena de casas precarias, trabajadores y niños jugando en la basura junto a perros vagos. Se alternan imágenes del cementerio, los muertos en sus tranquilos e imponentes mausoleos, con las de este lugar, ¿Quiénes están vivos?
Hay una cierta mirada estética de los que no tienen tanto, el foco no esta en retratar el sufrimiento y decadencia, sino que el trabajo, esfuerzo, incluso se muestran a niños felices jugando en una situación de precariedad, lo que transmite un tipo particular de belleza.
Seguimos a nuestro hombre cualquiera y ahora pasea por la playa, donde está la clase alta. De repente, el color aparece en la imagen y la música se agiliza: personas energéticas y felices, orgullosos de mostrar sus cuerpos, divirtiéndose y extendiéndose libremente por el lugar. Personas esbeltas, jóvenes y felices, que declaran que existe un tipo físico de persona que pertenece a este grupo y una belleza resaltada de esta manera, con varios primeros planos y seguimientos a algunos individuos al azar, quienes ríen y juegan.
En cambio, al mostrar el balneario de clases mas bajas, el color desaparece y la música entra en un letargo. Abundan niños pequeños y ancianos, mostrados uno junto a otro, con poco espacio conformando una masa que se achicharra y derrite bajo el sol, con menos piel a la vista, recalcando una sensación calurosa y de hacinamiento.
El contraste entre estos dos espacios nos es útil para ejemplificar como cada clase social es abordada visualmente de maneras distintas, donde el cuerpo y su despliegue en el espacio es utilizado como un recurso para referirse al estado de ambas clases, enfrentando la liviandad y elegancia de la clase alta, con lo pesado y tosco de las clases más bajas.
Después, el hombre común llega a un campo sembrado y trabajado al sol, se sube a una carreta con un hombre y lo lleva a un parque. Se muestra una laguna artificial y abundante vegetación diseñada para el ornamento, en contraste con la funcionalidad de producir alimento del sembradío; otro modo de ver una relación y contraste entre ambas clases. Aquí el texto vuelve a aparecer, con carteles que prohíben pisar el pasto, traer mascotas, niños y jugar. Prohibiciones que contradicen y limitan la libertad de acción de las personas en la playa, es un espacio ahora controlado. El hombre común termina por patear uno de estos carteles, abrirse paso enojado por las plantas y bañarse en el estanque, acto que también se señalaba como prohibido. En el agua finaliza su recorrido.