Manuel de Ribera es la opera prima de Christopher Murray y Pablo Carrera. Cuenta la historia de un hombre completamente estoico que hereda una isla en el Sur y se propone colonizarla. Lo primero que aparece tras ese argumento, es la extrañeza en el tratamiento de los personajes, lo que provoca una incomodidad en el espectador. Desde ahí se empieza a observar como la naturaleza del lugar se condice con la rareza de los personajes presentados. Ambos elementos llevan un ritmo lento y pesado que exigen que el espectador agudice los ojos para ver entre la niebla.

La cinta, que fue construida con un método particular –con muchos elementos de improvisación–, plantea la pregunta por la destrucción y la construcción. Llega a la isla recogiendo pedazos de la construcción de su casa, como si se tratara de una historia que contará la reconstrucción de ese hogar. Sin embargo, al final de la película descubriremos que esa escena corresponde el final de la historia y no al principio. Entonces, se insinúa la conquista como un proceso de fundación constructiva cuando finalmente es un proceso que desemboca en una destrucción. Este hombre quiere hacer de su isla un pueblo, mientras sostiene con tanta vehemencia el ideal del hombre solo. Incluso afirma acerca de los locales, “me gusta como viven, saben vivir solos sin molestar a nadie” que es lo que el viene haciendo desde hace catorce años cuando deja a su familia sin decir nada y se dispone a vivir solo.

En la película se identifican varios elementos en pugna. Primero, los pequeños discursos que deja entrever Manuel sobre su filosofía de vida como hombre solo, en oposición a Rodrigo, el lanchero, a quién Manuel desea sumar a su causa. Rodrigo vive con su familia y a pesar de que dicha familia no se muestra en escena, es un compromiso que lo lleva a renunciar a la campaña de Manuel. Por otra parte, si Manuel es y desea ser un hombre solo, busca rodearse de gente.

Otro elemento en conflicto está en el modo en que se presenta el tema del extranjero, en contraste con los hombres y mujeres locales, y cómo estos han llevado su vida hasta entonces y desde el principio de los tiempos.

Este discurso se encarna en la voz del monólogo que se instala sobre la imagen casi quieta del bosque salvaje, solo en un principio y con un hombre, que podría ser Manuel, talando árboles después. La voz no se identifica con ninguno de los personajes pero a veces parece reflejar alguna de las creencias del personaje principal. “El hombre libre no se arranca, sabe estar ahí con dignidad” dice la voz, casi como provocación a todos los hombres no libres que no se quedan, que no habitan. Sin embargo, es un discurso lleno de tautologías, que en su reiteración obligan a buscar más sentido a las sus palabras. En resumen esta letanía parece enunciar una realidad en donde las cosas son no por decisión/acción del humano sino que solo pasan, una realidad que se mueve tan lento que es casi estática.

Este discurso se concretiza en algunas anécdotas mencionadas: la historia del gringo que intentó colonizar una isla, arrendando los animales de todos los isleños, para llenar un establo gigante; la empresa fracasó porque nadie llegó con los animales. Lo mismo ocurre con la prostituta que intentó dejar su ocupación y poner un hostal, pero su hostal se quemó. Representan antecesores al mismo Manuel, gente que intentó resistirse a la quietud y tradición de un lugar intrincado que no permite alteraciones. Cómo dice la gente del pueblo en la serie de escenas testimoniales: “La tierra es eterna, no se pudre y tiene todo lo que uno necesita”.

Sin lugar a dudas cualquier interpretación del film reclama una explicación que justifique el comportamiento de Manuel. En su mayoría, esta respuesta ha correspondido a un supuesto resentimiento social diciendo que su conquista responde a ambición de poder de alguien que ha sido empleado toda la vida. Afirmación que parece un poco facilista y reduccionista además de no aportar sustancia al entendimiento más complejo que la obra exige.

En términos formales es una película que llama constantemente la atención sobre si misma. Avanza a partir de múltiples raccord, de planos alegóricos de la captura y domesticación de una oveja, y de los largos planos de la naturaleza salvaje y quieta. La diversidad de planos y los planos detalle suman textura a la realidad descrita y aporta a la mirada de “nuevo status de realismo” al que se refieren los autores en el making off, y también sugiere un interés por lo material. En la escena de la Iglesia, por ejemplo, el pastor habla de su visión en la cual Dios le comandó construirla, y cómo incluso le dio las dimensiones: es decir, nos situamos en una realidad en donde hasta Dios es concreto.

Los raccord a lo largo de la cinta pueden parecer, en principio, un error, un efectismo sin sentido, pero luego ameritan una significación. Con la ruptura de la linealidad, el plano recursivo nos recuerda que una historia no solo se puede contar yendo hacia delante o hacia atrás, sino también hacia los lados.

En la línea del extrañamiento vemos las conversaciones absurdas, no lineales, de los habitantes del pueblo. Llenas de silencios, ausentes de ritmo, una falta de reacción inmediata que nos deja anonadados. Estos elementos llevan a cuestionarse la narrativa tradicional desde una comparación con la realidad propia. Preguntarse qué se parece más a las conversaciones que mantengo cotidianamente, la narrativa lineal del cine clásico o esta otra que poco tiene de comunicación. Los directores logran usar la incomodidad como herramienta formal, y también narrativa. Es tan incómodo para los personajes ser observados como para el espectador verlos, y eso genera empatía.

El gran mérito de la película está en “conquistar la historia en el camino” como declaran sus creadores. Lograr generar historia a partir de un método que deja de lado la planificación usual y se propone escribir la historia sobre la marcha a partir de lo que el entorno les va entregando. Desde ese lugar hubiera sido muy fácil quedarse en la forma y en la estética que plantean, o encontrarse ante la imposibilidad de generar un relato a partir de materiales tan diversos. La pretensión de hacer un cine más orgánico, y con un nuevo status de realismo de la que habla el productor de la cinta, está sin duda lograda.