La quinta película de Sebastián Lelio cuenta la historia de Marina (Daniela Vega), una mujer, que luego de la muerte de su pareja, Orlando (Francisco Reyes), comienza a tropezar con los juicios, sospechas e impedimentos para despedirse de su amado solo por ser una mujer transexual, por ser “una mujer fantástica”. Lo fantástico se define como algo relativo a la fantasía. El título si bien no es de mi agrado, funciona como un motor para pensar en la película.
El film busca comunicar por medio de imágenes que son tratadas desde lo fantástico, en la acepción recién mencionada, sobre la fantasía. En una de ellas, Marina lucha contra el viento en la calle lo que desde la fantasía busca metaforizar un punto que alude directamente a la trama, que son los tropiezos, los impedimentos y barreras con los que Marina debe luchar para despedir a su amado por el mero hecho de ser una mujer transexual. Estamos frente a una historia de amor inusual, no solo para el cine nacional sino que mundial, que logra conmover incluso sin acceder a la construcción de vínculo entre la pareja principal, pues la muerte de Orlando ocurre a los pocos minutos de que la película arranca. De ellos vemos que cenan juntos, que tienen sexo, que hablan de planes para viajar juntos a las cataratas de Iguazú y nada más. Es la construcción en off lo que hace interesante e intrigante la relación de Marina y Orlando; accedemos a la oposición que genera su amor por medio del entorno de estos; amigos y familiares de Orlando e incluso la hermana de Marina. Son ellos los que se encargan de contarnos cómo fue esta pareja, no las propias imágenes de la película. Otra de las imágenes que recurren a la fantasía para apuntarnos lo que se dice, bien podría ser cuando Marina en una noche agónica de fiesta tiene una imaginería. Ella, bailando con un espectacular traje brillante, se eleva hasta donde la espera la cámara en las alturas para prácticamente tomarse de esta y mirar a cámara, un gesto poco convencional en el cine. Pienso que esta metáfora elegante, visualmente atractiva y con la ruptura de los cánones tradicionales, proporciona una reflexión sobre la liberación y la espectacularidad; sobre la necesidad de brillar cuando la oscuridad del rechazo por la identidad se presenta, por aquello más íntimo y a la vez más distintivo y precioso del ser humano es motivo de burla, de violencia y de injusticias.
Existe un elemento fantástico en la película que desde su significado más coloquial ligado a lo magnífico, se relaciona con la empatía. La decisión de que en prácticamente todas las escenas de la película se siga a Marina, que los encuadres le den el mayor espacio del cuadro a ella y que los movimientos de cámara busquen su movimiento o posición, corrigiéndose cuando ella comienza a salir de cuadro por ejemplo, hace que se genere una cercanía tal que resulte casi imposible no empatizar. Somos, como espectadores, sus compañeros en el duelo que comienza a vivir, quizás los únicos compañeros que encuentra entre tanto rechazo; me parece que hay una relación muy particular entre espectador y la película. Me parece un ejercicio justo y necesario, en un momento en que las personas trans están tomando visibilidad y desde el arte es posible apoyar (o en este caso obligar) a que el espectador se vincule con el retrato de realidad que se ha decidido poner frente a él. Resulta fantástico (magnífico), también, que Lelio saque partido de manera tan inteligente a la actriz, aplaudida mundialmente. Primero por incluir su voz lírica a la trama de la película, protagonista de varias escenas, y dejarla lucirse a través de este elemento tan emotivo; también por hacerla cantar y bailar salsa al comienzo. Elementos que logran mostrar su versatilidad como actriz y deslumbrar al espectador con su interpretación, a ratos contenida y fría, pero logrando en muchos momentos miradas de agonía, opresión emocional y nerviosismo. La escena donde es violentamente atacada por cercanos a la familia de Orlando en un auto y abandonada en mitad de la ciudad, está actuada con tanta honestidad que es casi imposible no sentirse impotente ante la injusticia que vive la mujer.
Por último, el elemento que roba toda mi atención sobre esta película guarda relación con la primera acepción de la palabra fantástica, es decir, “que no tiene realidad y consiste solo en la imaginación”. Esto es lo que ha pasado en Chile –y en gran parte del mundo- con las personas trans. Si bien no es una película activista en sí misma, el tema de la transexualidad es una inflexión constante: Marina es tratada como una perversión, como prostituta, como asesina, como una cosa. Es precisamente en la fantasía de aquellos ajenos a esta realidad donde residen las personas trans; en la falta de educación que se recibe sobre este tema, en la incultura que se demuestra cuando los políticos contrarios a regularizar la situación de personas trans, manifiestan que es un tema ideológico cuando la identidad jamás podrá contenerse en una zona tan limítrofe, cuando es una característica tan inabarcable y tan propiamente humana.
Hay una insistencia desagradable por el entorno para disuadir a Marina de sus intenciones, por menospreciarla y violentarla. Es una interpelación directa a la sociedad transfóbica que se ha construido, donde exigimos justificarse y pedir permiso a personas que están construyendo su identidad y creemos que podemos categorizarlas. Una sociedad que ha dejado a las personas trans en el borde, al margen de lo posible y es fantástico, relevante y necesario que se postule este tema desde la elegancia que hace Sebastián Lelio, el revuelo que causa una actriz transexual como Daniela Vega. Esta película es una enseñanza y una oportunidad para muchos de entender que las personas trans no son especiales por ser trans, lo mismo que Marina no era más sospechosa por la muerte de su pareja por ser transexual. Ser trans, no es una característica a priori de las personas, no las define. Y acá también se termina de entender por qué la película gana el Teddy en Berlín (premio a la mejor película LGBTI del certamen) y la frase de Daniela al recibir el premio, que me estremece: “Para todas las personas trans que han muerto tratado de ser ellas mismas”.
El título, ahora, tiene una relación o significación con una películas que es fantástica; desde la factura impecable, la fotografía cuidadosa, actuaciones bien logradas, una dirección innovadora, la musicalización coherente. Pero también aporta a este concepto los elementos de fantasía que metaforizan el estado interior de Marina; el hecho de obligar al espectador a seguir el duelo de Marina, su calidad humana para respetar y calar hondo en la herida que deja la injusticia a la que hemos sometido a las personas trans, para decir de modo muy sutil y elegante, ya basta.