Los testigos, de Charles Elsesser, aborda varios de los temas propios del Nuevo Cine Chileno, en cuanto a presentar una visión acerca de la marginalidad, injusticia social y lucha de clases. Se sitúa en Chile durante los años 70, cuando campesinos comienzan a emigrar a Santiago, surgen poblaciones y dificultades para conseguirlos derechos de sus terrenos y propiedad.

La historia sigue a un grupo de pobladores, quienes son engañados por tres loteadores que les habían prometido terrenos, pero las escrituras de estos están en una tramitación que nunca termina, a pesar de que ellos continúan pagando sus cuotas. Esta situación la conocemos a partir de una comunidad, donde resalta el personaje de Ramón, uno de los pobladores.

La marginalidad se muestra a nivel de contexto, mediante la exposición del entorno de esta comunidad: cuentan con viviendas precarias, sin alcantarillado ni agua potable, desarrollan sus actividades cotidianas al margen de la ciudad en un espacio árido y caluroso. Una imagen recurrente es la de los pobladores cargando estanques en sus carretas, para recoger agua de un pozo y después de vuelta a sus casas. Los planos muestran el cansancio en sus rostros y cuerpos. Una de las locaciones centrales en Los Testigos es el bar-almacén del sector, donde los vecinos concurren a beber y discutir acerca del problema de su situación. En momentos de tensión el alcohol está presente, y se suele recurrir a intervenciones de “el lagartija”, uno de los pobladores que está en constante estado de ebriedad.

Visualmente, esta obra utiliza recursos no muy comunes en el cine chileno de esos años, más cercano al lenguaje del cine clásico que al del neorrealismo o documental. Esto es también en cuanto al ámbito narrativo, cuya estructura presenta un conflicto, su desarrollo y su no resolución. Aún así, si bien los recursos cambian, se mantiene el estilo y mirada crítica sobre un sector de la sociedad, presente en varios filmes del Nuevo Cine Chileno.

Estos recursos visuales pueden apreciarse en una de las principales escenas: la riña entre uno de los vendedores con Domingo, un poblador que alzó la voz frente a la injusticia. Paneos, zoom in/out, picados y contrapicados, unidos en un montaje rápido donde la cámara se preocupa por estar siempre mostrando la acción principal de la pelea y detenerse en las expresiones de los involucrados con un marcado zoom en sus rostros. La situación termina con la muerte de Domingo a manos de uno de los estafadores.

Esta escena es la que gatilla el dilema moral de los pobladores. Un grupo de ellos, Ramón incluido, presenciaron el hecho, pero ninguno quiere admitir que estuvo ahí y ser un testigo de ello frente a las autoridades.

La comunidad suele mostrarse como un pueblo cuyas relaciones entre ellos son cercanas, principalmente por la causa común de conseguir los títulos. Si bien muestran su inconformidad, son una figura pasiva, ya que sus acciones no presentan mayor influencia para cambiar su situación y siempre estarán por debajo de los que tienen mayor autoridad y poder adquisitivo. Los personajes están insertos en una sociedad de marcadas jerarquías sociales, por lo que el miedo se sobrepone al hacer justicia frente a la muerte de su compañero. Es más fácil seguir anónimo y no entrometerse, posición asignada por los mismos loteadores a los pobladores; por ejemplo, cuando uno de ellos amenaza a Domingo de que si se levantan, son ellos los que resultaran perjudicados.

La negación de Ramón prevalece hasta el final, incluso negándose frente a Emilia, la viuda de Domingo. La negación prevalece, ya que el poder no está solo en el que tiene más recursos económicos, sino que también en el que tiene la verdad e información de la realidad. Los personajes son consientes de esta situación, que se ve reflejada en un breve momento en que Ramón enciende la radio y escucha que pobladores murieron en Puerto Montt por un desalojo de carabineros. “A veces dicen la verdad (sobre la radio), cuentan las cosas como si las hubieran visto”, le comenta el a su padre, quien le responde: “Claro, y los que las vieron, no las cuentan”. Todos saben que prevalecerá el testimonio de los loteadores, por lo que no tiene sentido argumentar en su contra, ya que en este sistema la razón la tendrán los de mayor estatus social.

Además de jerarquías socio-económicas, las hay de género, propio de esos años. La mujer se muestra únicamente como madre, ama de casa o amante, está última en el caso de la hija del dueño del almacén y su relación con Ramón. Todas ellas son roles que están fuera de la discusión de los terrenos, a excepción quizás de la viuda de Domingo, Emilia, quien se muestra ocasionalmente llorando su pérdida, hasta la secuencia final, donde toma la carreta de su esposo y se dirige a buscar agua al pozo junto a los demás pobladores.

Como mencionamos, son varios los temas que aborda esta película desde su discurso político; la identidad campesina y propiedad, marginalidad, género, información, poder y jerarquías sociales. En la escena final de filme, vemos un paisaje similar a la escena inicial; nada ha cambiado para los pobladores con la muerte de Domingo, siendo Emilia la única afectada, que tendrá que seguir enfrentando la incertidumbre de la situación en soledad.